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  • Guillermo Castillo Bustamante falleció en su tierra natal el 6 de octubre de 1974 como consecuencia de un cáncer de pulmón, hace ya 47 años. “Escríbeme” sigue ahí, incólume, bien como canto de amor, o bien como canto de resistencia.
    En Profundidad

    Guillermo Castillo Bustamante falleció en su tierra natal el 6 de octubre de 1974 como consecuencia de un cáncer de pulmón, hace ya 47 años. “Escríbeme” sigue ahí, incólume, bien como canto de amor, o bien como canto de resistencia.

Siempre será un orgullo presentar la rescatada historia de Guillermo Castillo Bustamante, de su obra, y, sobre todo, de “Escríbeme”.

América Latina es considerada una zona del mundo donde la música nunca muere, y ello se debe a su fuerte memoria colectiva y al hecho de tener los pueblos en ella, en la música, una herramienta de resistencia frente a los mecanismos que intentan imponer la alienación y el olvido por encima de la memoria y hasta de la dignidad.

A veces el colectivo no se da cuenta, porque no conoce lo que hay detrás del origen de una canción, y lo que hay allí es, muchísimas veces, historia viva,tejida a pulso entre el coraje y la nostalgia, entre la tortura y la resistencia.

Ese es el caso de uno de los más hermosos boleros de Venezuela para el mundo, y de su autor, un hombre que entre Caracas, Nueva York, diversas cárceles con sus dolores, Costa Rica, La Habana y otra vez Caracas dejó en la música su propio testimonio.

Siempre será un orgullo presentar la rescatada historia de Guillermo Castillo Bustamante, de su obra, y, sobre todo, de “Escríbeme”.

Evocación

Tal vez en algún momento de su tormentosa prisión en el islote fluvial de Guasina (Delta del río Orinoco) evocó los días en que era pianista acompañante del exitoso tenor mexicano Tito Guízar en Nueva York, y en que le daba por componer fox trot mientras trabajaba como pianista de emisoras de radio y en presentaciones, y vivía en la gran urbe buscando horizontes para sus ideas musicales. Se adelantó a la escalada de músicos latinos que irían a la ciudad llamada “La Gran Manzana”. Hasta ascensorista fue el caraqueño, sabiendo que apuntaba alto.

Guillermo Castillo Bustamante, Venezolano, nacido en Caracas el 25 de junio de 1910 no estaba en Nueva York por casualidad. A la ciudad estadounidense llegó en 1927 en compañía de su madre y hermanas, que tomaron esa decisión cuando el padre falleció. Tenía Guillermo 17 años y era el asombro de la familia por tocar bien el piano desde los 3 años, algo que trataron de impedirle, por cierto, y que no lograron pues el jovencito había optado por ir a los hogares de amistades familiares donde hubiera piano, para poder estudiar y tocar. Uno de esos hogares sería el de los Pacheco Pestana donde conocería a Inés, el amor de su vida, y que quedaría vinculada al extraordinario bolero que después fue “Escríbeme”. Pero sigamos.

Tal vez alguna noche en su cautiverio en medio del Orinoco, Castillo Bustamante soñó que estaba nuevamente al frente de la Swing Time, la orquesta que fundó el 22 de mayo de 1937 (sirva la fecha para cotejar con otras orquestas que se dicen primeras en Venezuela), cuando sólo tenía 27 años y ni pensaba que con ella, con sus tremendos 14 músicos de avanzada, le daría el gran recibimiento, siete meses después a la orquesta Billo’s Happy Boys, y ni soñaba que alguna vez tendría que ser pianista acompañante del dominicano que le quitaría, según pudo señalar a su hija, la autoría de la música de “Caracas vieja”. Ni pensaba.

En Dictadura

Tal vez se despertaría sudando en el asqueroso catre de Guasina sólo para pensar en las giras que hacía con aquél hombre del teatro costumbrista venezolano, Rafael Guinand, y los dúos de jazz con el excelso guitarrista guayanés Antonio Lauro, o los solos de piano que creaba para el mexicano Pedro Vargas y la cubana María Antonieta Pons. Solo en su catre meditaba acerca de los privilegios que la misma vida le había dado en razón de su calidad y su dignidad.

No puede dudarse qué pensaba también en su estancia cubana, después del derrocamiento de Rómulo Gallegos. Y es que en Cuba Guillermo Castillo Bustamante fue admirado y respetado. Hay constancia de que “en 1949 al prestigioso septeto Habanero ingresó el pianista Guillermo Castillo Bustamante, nacido en 1910 en Venezuela, donde falleció en 1974 y que no debe confundirse con Guillermo Castillo García, guitarrista fundador del grupo desde la formación como sexteto”. Hay conjeturas en torno al tema “Tres lindas cubanas” cuya autoría se atribuye a Guillermo Castillo. Lo que pasa es que en el Septeto Habanero hubo dos con el mismo nombre.

Escríbeme

Tal vez despertó muchas veces con una letra en el pensamiento y un gran dolor en el alma. Guasina no podía causar otra cosa, además de la indignación que genera saber con el tiempo que ese, el primer y único campo de concentración que tuvo Venezuela, albergó tanta historia limpia, tanta humanidad compartida, tanta enfermedad del cuerpo y tanta dignidad de la conciencia. Guasina es una herida eterna en el alma de Venezuela. Fue abierta y clausurada tres veces y guarda el libro eterno de la ignominia contra la dignidad de un pueblo.

Guillermo Castillo Bustamante, ese músico que soñaba con el tal vez, inició en Guasina la historia del más hermoso bolero, surgido de la más dolorosa historia, en las más adversas circunstancias.

Soñó, no lo dudamos, con sus amigos músicos y creadores María Luisa Escobar, Vicente Emilio Sojo, Conny Méndez, Luis Peraza, Rházes Hernández López, Juan Bautista Plaza, Ulises Acosta, Inocente Carreño, Rafael Guinand...

Y soñó con su esposa Inés, (Inés Pacheco Pestana de Castillo Bustamante) con sus hijos, con esas reuniones clandestinas de Acción Democrática que le costaron el destierro en Cuba y México, y su captura por parte de la Seguridad Nacional, que no se llamaba: Era.

El multígrafo apareció igualmente en su memoria, y el periódico “Combate”, informativo tan clandestino como él y su esposa. Ambos lo distribuían entre los caraqueños, pronunciándose contra cualquier intento de dictadura militar.

Así amaneció el 6 de abril de 1952, cuando fue capturado para ser torturado casi hasta la muerte. También Inés, su esposa.

Ya había tres hijos del amor de los dos creadores y militantes. Hubo, afortunadamente manos que los cobijaron desde sus abuelos maternos hasta honorables personajes de la vida radial y musical de entonces, como Héctor Monteverde, señalado por Inés Castillo Pacheco como uno de los grandes benefactores de ella y sus hermanos al acogerlos hasta en el propio hogar.

 

La tortura y el dolor

Nunca delató. Nunca habló, aunque en medio de las torturas supo (mecanismo de presión) que su esposa Inés estaba presa. Y que sus hijos quedaban solos (pero a buen cobijo de la solidaridad).

El Paraíso, urbanización donde estaba la Seguridad Nacional, paradojas, se transformó en El Obispo, aquél pentágono ubicado en la zona caraqueña de El Guarataro que se convirtió en mudo testigo de lo horrendo. Y Castillo Bustamante, declarándose músico, no hablaba, pero pensaba. Y El Obispo se transformó en la cárcel Modelo (también en Caracas) y ésta en un barco, el 'Guayana', que lo llevaría el 27 de julio de 1952, junto a 168 presos más, a Guasina; es decir, a la humillación, la incertidumbre, la soledad, la represión, la incomunicación...

Y Guasina, el islote en medio del río Orinoco se transformó en Sacupana cuando el islote fue inundado por el Orinoco, el Río Padre que con sus aguas parecía adversar a la dictadura. Pesaba 51 kilos el compositor, el acompañante de Guízar, el amigo de Sadel y Víctor Saume, el compañero de gremio de María Luisa Escobar.

Y Sacupana se transformó en la cárcel de Ciudad Bolívar, la real cuna del hermoso bolero que le ha dado varias veces la vuelta al mundo, sin que hasta ahora, para reivindicación de su autor, se conociera la historia verdadera, que sólo le decían a uno "ese bolero lo compuso un tipo en una cárcel".

 

Aunque sea con borrones...

Nunca le dieron permiso de visitas a Guillermo Castillo Bustamante. Haber sido compañero y amigo de Raúl Leoni, Ana Luisa Llovera, de Salom Meza Espinoza, Antonio Bertorelli y Luis Augusto Dubuc, pesaba. Más sus ideas y acciones. Sólo tuvo derecho a escribir una carta quincenal, de una cuartilla.

Inés, su esposa, estaba presa en Los Teques.(También lo estuvo en San Carlos, estado Cojedes). Inés, su hija, no los podía ver, pero era la encargada de hacerle llegar las noticias de la familia y de recibir las cartas.

El 14 de agosto de 1956, pensando en su hija Inés, Guillermo Castillo Bustamante compuso Escríbeme. No fue la esposa, sino la hija la protagonista de uno de los más hermosos boleros de la historia musical de América Latina.

Fue auxiliado por el viejo piano que monseñor Juan José Bernal, Obispo de Ciudad Bolívar había hecho llegar a la cárcel para que Castillo Bustamante, arreglándolo, tocara. Y creara.

Con ese piano alegró la vida este hombre a más de mil presos, es decir, al hacinamiento humano que la dictadura había trasladado a tierras de Guayana. Todos los presos le daban los envoltorios de sus cigarrillos para que pudiera hacer sus partituras… y crear. Mayor humanidad...¡imposible!

Ciudad Bolívar se transformó en Catia La Mar, y en La Guaira, hasta que en septiembre de 1957 Guillermo Castillo Bustamante fue expulsado a Guatemala. Pero en la escala se quedó en Panamá. Y de allí pasó a Costa Rica.

En Costa Rica lo alcanzó Alfredo Sánchez Luna, Alfredo Sadel. Ya eran amigos de antes. Y allí conoció el tenor favorito de Venezuela el tema de su compañero de luchas, se enamoró de la pieza y comenzó a cantarla. Ya la había entonado el poeta Guido Acuña, músico, cronista y compañero de cautiverio de Castillo Bustamante. Lo cierto es que Alfredo Sadel regresó a Venezuela para llegar directamente donde Víctor Saume, el estelar animador de ese entonces en la televisión venezolana, en pleno “Show de las Doce”, que era el nombre del programa y decirle que iba a cantar la canción más hermosa, mucho más hermosa que la primera grabada por él del mismo autor, Guillermo Castillo Bustamante. Y Víctor Saume, arriesgándolo todo, en plena dictadura de Pérez Jiménez, dijo que sí y la anunció con el nombre completo de su autor por delante. Alfredo Sadel entonó por primera vez masivamente, para el mundo, la letra de 'Escríbeme' sin saber que en algún rincón de Caracas, Inés la hija, Inés la esposa, aceptaban con lágrimas la valentía de estos dos hombres a los que hay mucho que agradecer.

Luego vendría el retorno a Venezuela, tras la caída de la dictadura. Vendría luego la gran decepción política, la pelea por retomar el crédito que perdió sobre tantos temas registrados por otros que creyeron que Castillo Bustamante se iba a morir preso. Vendría el trabajo modesto y el relegamiento en cargos por parte de quienes fueran en un tiempo sus compañeros de política. Es otra historia de invisibilizaciones y saqueos intelectuales contra un hombre íntegro y muy creador.

Estuvo al frente de la Televisora Nacional y también estuvo en lo que posteriormente sería Radiodifusora Venezuela, y tuvo que pelear a dentelladas para defender sus derechos autorales.

Guillermo Castillo Bustamante falleció en su tierra natal el 6 de octubre de 1974 como consecuencia de un cáncer de pulmón, hace ya 47 años.

“Escríbeme” sigue ahí, incólume, bien como canto de amor, o bien como canto de resistencia.

Se puede escoger.


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