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    Según expertos, somos la última generación que puede contener el deterioro ambiental e intentan sensibilizar el sentir público en busca de apoyo.

La Unesco advirtió sobre “una amenaza creciente” para los sitios declarados Patrimonio de la Humanidad, como resultado del cambio climático. 

Caía la tarde de aquel sábado en que contemplábamos el mar, cuando comenzamos a ver que las olas se hacían más grandes.

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En cuestión de minutos, la marea rompía sobre nuestras casas. Aun así esperamos, porque ni siquiera sabíamos para dónde ir, aunque estábamos aterrorizados porque cuando cayó la noche, las olas eran de unos 14 metros de altura.

Entonces lo abandonamos todo, porque no queríamos perder a nadie de la familia. Nací y me crie hace 60 años por aquí, pero desde hace unos diez años, no podemos predecir el clima, cuenta el pescador salvadoreño Adán Morales Saracay. 

Quizá El Salvador aún no esté en la lista de los territorios con vulnerabilidad poblacional, no obstante el país centroamericano sufre inundaciones costeras a consecuencia del cambio climático y se estima que en este siglo perderá entre el 10 por ciento y el 28 por ciento de su costa, como consecuencia del aumento del nivel del mar.

Amenaza creciente

Recientemente, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) advirtió sobre “una amenaza creciente” para los sitios declarados Patrimonio de la Humanidad, como resultado del cambio climático. 

La sentencia pesa sobre uno de cada tres lugares y uno de cada seis monumentos, revelados como Patrimonio Mundial, según el decreto de la Unesco. 

En su momento, sólo en América Latina, un estudio global nombrado "Patrimonio Mundial y Turismo en un clima cambiante" alertó sobre el peligro para otros seis sitios culturales y naturales.

En este sentido, estuvieron de acuerdo el Programa Medioambiental de Naciones Unidas (UNEP), la Unesco y la Unión de Científicos Preocupados (UCS), los que opinan que existe riesgo sobre la Reserva de Mata Atlántica del Sureste de Brasil, el Parque Nacional Huascarán en Perú, las Islas Galápagos de Ecuador, Coro y su puerto en Venezuela e Isla de Pascua en Chile y Cartagena en Colombia.

“El cambio climático es uno de los problemas definitorios de nuestro tiempo y una de las mayores amenazas que enfrentan los monumentos y sitios culturales y naturales del Patrimonio Mundial”, explica la Unesco.

Los niveles del mar serán más extremos, por lo que no sólo serán poblaciones, ecosistemas y monumentos, los que sufran en su integridad por esta contingencia. La gran realidad es que existe el cambio climático, tristemente provocado por los humanos y nos corresponde paliarlo.

El exdirector general de la organización, Koichiro Matsuura, afirmó que "el cambio climático, va a constituir uno de los mayores desafíos del siglo XXI", y a llamó a adoptar "un enfoque integrado de las cuestiones relacionadas con el medio ambiente y el desarrollo sostenible". En su informe, enfatiza la amenaza sobre la biodiversidad marina y terrestre, los glaciares, los sitios arqueológicos, las ciudades e históricos asentamientos humanos.

Ciertamente, como afirman los ilustrados, somos la última generación que puede contener el deterioro ambiental e intentan sensibilizar el sentir público en busca de apoyo.

Cómo no comprender que el efecto del derretimiento glacial, por ejemplo, altera el hábitat de especies en extinción. No hay que olvidar a las rocas llenas de metales pesados y tóxicos -arsénico, plomo y cadmio- que antes o después afectan la calidad del agua y del suelo. De igual modo que transforma el escenario, donde están ubicados los sitios ancestrales de gran valor cultural. 

El informe es preciso. "Esa alteración puede tener también efectos catastróficos para la especie humana, ya que las inundaciones resultantes de los desbordamientos súbitos de los lagos de origen glaciar, pueden poner en peligro los asentamientos humanos".

Toda la Vida

Los mayores sabios latinoamericanos conservaron en la Cosmovisión Indígena el concepto de Madre Tierra como “Toda la Vida”. Establecida como una base física, cultural y espiritual de su existencia. Pero parecemos olvidarlo.

Al menos dos de las generaciones nacidas tendrán funestas noticias sobre los efectos del cambio climático en los sitios marinos del Patrimonio Mundial. Dentro de siete décadas los corales serían blanqueados. Qué mundo triste nos espera, si hasta el fondo marino pierde su esplendor. Al menos es la consecuencia prevista de la elevación de la temperatura de las aguas y acidificación de los océanos, sobre la Gran Barrera de Coral de Australia.

La investigadora alemana Lena Reimann es autora del estudio publicado en Nature Communications, donde indica que aunque la erosión actúa paulatinamente, también podría afectar las estructuras y los paisajes culturales. “Incluye Venecia y su laguna, Ferrara y el delta del Po (Italia),  y la catedral de San Jacobo en Sibenik (Croacia)”, explica e insiste en los tres lugares más vulnerables: las joyas arqueológicas de Éfeso (Turquía), Tiro (Líbano) y Tarragona en España. 

La científica de la Universidad de Kiel revela a Grecia, Túnez, Italia y Croacia, como los países con mayor patrimonio amenazado por la subida del nivel del mar. Todo ello combinado con eventos extremos, dentro de 100 años las inundaciones en esa zona del mundo se puede incrementar en un 50 por ciento - hasta 1,46 metros- y la erosión costera hasta un 13 por ciento.

Igualmente se destaca el emblemático combate en la laguna de Venecia, Italia, con la construcción de un sistema de barreras, que reduciría el golpe de las mareas altas.

En Europa se habla de un nuevo modelo de desarrollo. Modificar el modo de la producción, bajo en carbono y la forma de consumo. Así como cambiar los sistemas de energías.

Entonces, qué queda para los países en desarrollo que luchan por sobrevivir y salir adelante. Qué sucederá con los habitantes de las comunidades donde la sobre explotación de los recursos es indiscriminada y arbitraria, con la consiguiente degradación del hábitat y las pérdidas de todo tipo.

Allí el llamado “desarrollo urbano”, la explotación de la tierra, la tala ilegal de árboles, es un lugar común. Mientras más necesitadas sean las zonas afectadas por las inundaciones y donde menos acciones políticas y efectivas existan, más difícil será la recuperación.

El desafío

Igualmente, unas 69 millones de hectáreas de los bosques patrimoniales del mundo se impregnan cada año de unas 190 millones de toneladas de dióxido de carbono (CO2). Si supiéramos que junto con los océanos, los bosques son el fiel de la balanza en el ciclo del carbono.  

Los árboles crecen más rápidamente e incluso con mayor altura acelerando su fotosíntesis, porque hay más CO2, pero los estudios demuestran que están al rendirse. Si los bosques pierden esa capacidad, aumentará el CO2 en la atmósfera. Como mismo los lastima la sequía y las altas temperaturas, tampoco falta un hombre que lo tale sin distinción. 

Se señala que debido a la incidencia perturbadora de los humanos, en las últimas dos décadas, algunos de los bosques protegidos han emitido más carbono del que han capturado. Por esta razón, a fin de protegerlos, proponen incluirlas en las estrategias de biodiversidad y desarrollo sostenible, como los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) propuestos por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y el Acuerdo de París.

El cambio climático, traducido en el aumento de los niveles del mar y los extremos en el clima, también se ha transformado en una amenaza, provocando tanto la escasez de agua por la reducción de las lluvias, como las inundaciones, los deslizamientos de tierra, ocasionando la degradación del hábitat, pérdidas humanas y materiales.

Tarea Vida

¡Llegamos a la meta!, dice la página de Facebook de la iniciativa Manglar Vivo que agradece a la comunidad por su participación. El proyecto para el desarrollo humano y ambiental auspiciado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) en Cuba, ya tiene seis años, tiempo en el cual María Teresa Aguiar Añuez, con sus 54 años, funge como directora de Refugio de Fauna e impulsa el área protegida del Golfo de Batabanó.  

“El manglar estaba en muy mal estado. Cuando comencé hace seis años, el manglar no crecía más de un metro de altura. Hoy pueden verse manglares de entre 15 y 18 metros, con una salud tremenda. Pueden ver el nivel de conservación que tienen”.

Aquí asesora y convoca a participar, porque necesitan que todos conozcan la vulnerabilidad que significaría, no proteger la zona. La pérdida de manglares expresa riesgos reales para la población local. Aumenta la erosión, favorece a la compresión de las costas e incrementa la inseguridad ante las posibles inundaciones.

Y es que el proyecto tiene un impacto formador para los estudiantes de la comunidad, con el fin de concientizar y comprometer a las poblaciones costeras con su entorno. 

"Los niños aprenden aquí, regresan a sus hogares y transmiten el conocimiento a sus padres", precisa María Teresa, quien dirige un colectivo de entre 18 y 21 años. "Tenemos jóvenes que se están incorporando a esto, están muy comprometidos y siempre quieren aprender más", precisa.

Como este, ubicado en la provincia occidental de Mayabeque, en toda Cuba se estimulan proyectos, partiendo de una política establecida en 2017, para el enfrentamiento al cambio climático. Sobre una base científica, se da prioridad a 63 municipios -de los 168 en total- ubicados en zonas costeras y otros diez en el interior del territorio. 

Foto: PNUD

La “Tarea Vida” encamina acciones para contrarrestar el impacto en las zonas vulnerables de las regiones costeras, con medidas de adaptación y mitigación en el corto, mediano, largo y hasta muy largo plazo, cuya ejecución y control lo lleva el Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente (Citma) de Cuba.

El incremento del área agrícola del país, la conservación, el manejo sostenible y agroecológico de las tierras, son resultados principales de la “Tarea Vida”, aprecia el doctor Orlando Rey Santos, asesor del Citma. Resalta la labor investigativa para la certificación de semillas y la obtención de cultivos resistentes a condiciones climáticas adversas.

Así mismo, Cuba incorpora iniciativas locales e internacionales con tecnologías de bajas emisiones de carbono para tratar los residuales agrícolas, estimula sitios experimentales que garanticen la resiliencia al cambio climático y el uso racional de los recursos naturales.

Se destacan acciones para la conservación y rehabilitación de playas, conservación de ecosistemas marinos y terrestres, así como obras de protección costera de interés.

El esfuerzo es mancomunado para restaurar los bosques de mangle dañados, ecosistemas que cubren 70 por ciento de las costas del país caribeño. Hasta el 2020, se intervino en la restauración de más de 40.000 hectáreas degradadas de manglares y en la reforestación de cerca de 50.000 hectáreas en cuencas hidrográficas. 

Se ejecutó el vertimiento de arena en Varadero y Playa de Cayo Blanco, en Matanzas, en Playa Larga, Cayo Coco y Playas de Cayo Paredón Grande (Ciego de Ávila). También en Playas Las Dunas y Cayo Santa María (Villa Clara).

Foto: ONU

Los resultados de la “Tarea Vida” fueron destacados por la directora del Acuario Nacional de Cuba, María de los Ángeles Serrano, durante la  31 Asamblea General de la Comisión Oceanográfica Intergubernamental (COI) de la Unesco, celebrada en Paris el 25 de junio de 2021. 

De manera virtual, la experta expuso la labor del Comité Oceanográfico Nacional y la comunidad científica marina, en temas de “la alfabetización del océano”. Insistió en la Educación Ambiental para el Desarrollo Sostenible, incorporado en los diferentes niveles de enseñanza, con énfasis en el enfoque marino costero.

En igual sentido, destacó la incidencia comunitaria de las instituciones científicas y educativas, formadoras de actitudes autogestoras. "Por ello en Cuba se insiste en que la educación, comunicación y concientización pública, son elementos estratégicos para el desarrollo sostenible del país", aseguró. 

Como cada dos años, Cuba participó en la Asamblea General de la COI para compartir buenas prácticas en la conservación y protección del  mar, con la embajadora de Cuba ante la Unesco, Yahima Esquivel Moynelo, y una delegación de expertos encabezada por la directora del Acuario Nacional de Cuba, María de los Ángeles Serrano Jerez; del Centro de Investigaciones Marinas de la Universidad de La Habana, Patricia González Díaz; y del Instituto de Ciencias del Mar, Marcelino Hernández González.


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