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Estamos urgidos de un nuevo marco jurídico-institucional que permita una mejor articulación de las actividades socioeconómica, organizativa, normativa y política.

Estamos urgidos de un nuevo marco jurídico-institucional que permita una mejor articulación de las actividades socioeconómica, organizativa, normativa y política. | Foto: cubatv.icrt.cu

Publicado 15 febrero 2019



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Una Constitución socialista como la que próximamente será sometida a referendo en Cuba es imposible que sea del agrado del Gobierno norteamericano, de la derecha neoliberal en América Latina, de los políticos europeos que todavía tienen una mentalidad de conquistadores.

Más de ocho millones de cubanos con derecho al voto estamos convocados para participar en el referendo constitucional.

A través de las diversas vías disponibles hoy para la comunicación social se han divulgado las más disímiles posiciones de cara al acto cívico del próximo domingo 24 de febrero, pero todas se resumen en la disyuntiva de apoyar o no el texto presentado a la ciudadanía por la Asamblea Nacional del Poder Popular (ANPP).

Sean cuales fueren los puntos de vista respecto de la nueva Constitución, hay un reconocimiento general en la sociedad cubana: la necesidad de una nueva Carta Magna, dados los importantes y profundos cambios que se han producido en la sociedad y los efectos de los cambios en el orden internacional.

El proceso que llevó al actual texto constitucional siguió el método de una construcción colectiva con participación de todos los ciudadanos que decidieron expresar sus criterios. Su elaboración tuvo como antecedentes no solo la Constitución vigente, sino también los procesos de debate y aprobación de los Lineamientos de la Política Económica y Social del Partido y la Revolución y la Conceptualización del modelo económico y social cubano de desarrollo socialista, documentos en cuya elaboración participaron también millones de ciudadanos y que de hecho fueron aportando razonamientos y conclusiones respecto a los imprescindibles cambios en la Ley de leyes, y en las leyes vigentes, que dieran respuesta a las nuevas realidades.

Especialistas de diferentes entidades del país fueron trabajando y perfilando ideas mucho antes de ser elegida la comisión de la ANPP que redactó la primera versión que se debatió, modificó y aprobó por ese mismo órgano, luego se sometió a debate por millones de cubanos a partir de cuyos resultados se modificó sustancialmente el texto por la comisión, el cual fue finalmente examinado, precisado y aprobado por el Parlamento.

Una Constitución socialista como la que próximamente será sometida a referendo en Cuba es imposible que sea del agrado del Gobierno norteamericano, de la derecha neoliberal en América Latina, de los políticos europeos que todavía tienen una mentalidad de conquistadores.

Recuerdo a inicios de la década de 1990 en un evento de la Asociación de Estudios del Caribe luego de una conferencia dictada por Bruce Babbit, quien había sido precandidato presidencial por el Partido Demócrata, en la cual pretendió indicar a Cuba cómo debía organizar su sistema sociopolítico como única vía para mejorar las relaciones, le pregunté qué pensaría el pueblo norteamericano si nosotros le dijéramos que para mejorar las relaciones ellos tendrían que cambiar su Constitución. Ni esa ni otras dos preguntas que le hice las respondió. Cabe preguntarse, de entonces acá, qué ha cambiado en la mentalidad prepotente de los gobernantes norteamericanos.

En un mundo en el que un clan de Gobiernos latinoamericanos de derecha, muchos de ellos elegidos mediante manipulaciones mediáticas y electoreras y para nada interesados en gobernar para las grandes mayorías, se alían con el Gobierno imperialista de Estados Unidos y mediante el fusilamiento mediático de un presidente de la región legítimamente electo y la sublimación mediática de un usurpador presentan un mundo al revés signado por un descarado y brutal doble rasero; un mundo en el cual un Gobierno europeo denominado socialista niega reconocimiento a los procesos electorales legítimos en su propio país mientras reconoce rango presidencial a una persona de otro país elegida por un cuerpo legislativo en desacato, un mundo que ha vivido las puñaladas de la derecha a la democracia como los golpes de Estado a Jacobo Arbenz, a Salvador Allende, a Chávez, a Manuel Zelaya, el apresamiento ilegal de Lula, y tantas otras acciones demostrativas de la manipulación del concepto de democracia según dictan sus intereses clasistas, mientras sacan a relucir los puntos y las comas para criticar las democracias populares verdaderas, para deslegitimarlas ante la opinión pública y justificar todo tipo de agresiones contra ellas, en un mundo así ¿quién puede dar lecciones a los cubanos acerca de cómo diseñar en democracia su sistema jurídico-político?

Ninguna Constitución de este mundo es perfecta, como tampoco lo es ninguna democracia, pero el único modo de acercarse al ideal es mediante una amplia, soberana y libre participación popular en su elaboración y ¿no es eso precisamente lo que se ha hecho en Cuba?

Estamos urgidos de un nuevo marco jurídico-institucional que permita una mejor articulación de las actividades socioeconómica, organizativa, normativa y política. Un punto de partida imprescindible hoy para dar pasos sólidos hacia la prosperidad con justicia social.

Otorgar el próximo 24 de febrero el Sí a la nueva Constitución que procura las bases de un Estado socialista de Derecho es no solo un acto patriótico, humanista, profundamente político y revolucionario al contribuir a consolidar la imprescindible cohesión de la nación en torno al ideal socialista, sino también un acto de elemental racionalidad: no es perfecta, pero es lo mejor que hemos sabido hacer entre todos los cubanos y la necesitamos con urgencia para construir un mejor país.

Artículo publicado originalmente en Juventud Rebelde


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