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Se sueltan los demonios de la reacción

| Foto: EFE

Publicado 20 enero 2020



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Desde el periodo de transición presidencial en 2018, en nuestro ejercicio editorial advertimos que la cuarta transformación o la pretendida cuarta república se enfrentaría a resistencias de no fácil discernimiento ni control. No es ésta obra del voluntarismo personal.

Cuando se habla de Estado fallido, lo que se nos informa es que los fundamentos de la organización superior de la sociedad han sido erosionados desde lo más profundo de sus cimientos. Representa ese perturbador fenómeno político la crisis de nuestro Pacto Social.

Remover los escombros para levantar nuevas estructuras institucionales, por supuesto, no es factible, si la unidad de mando es puesta en entredicho por lo que los especialistas tipifican como poliarquía, el poder de muchos, que lo detentan realmente, o simulan detentarlos.

El poder popular contra la democracia contratada

Ese es un riesgo ineludible de la llamada democracia contratada, que pierde su eficacia estabilizadora cuando irrumpe la escena política la gran base electoral que se pronuncia por un cambio radical.

Desde el periodo de transición presidencial en 2018, en nuestro ejercicio editorial advertimos que la cuarta transformación o la pretendida cuarta república se enfrentaría a resistencias de no fácil discernimiento ni control. No es ésta obra del voluntarismo personal.

La primera experiencia libertadora pasó por la sociedad fluctuante hasta el triunfo de la Revolución de Ayutla que, a su vez, sentó las bases del Estado liberal, en su turno atacado por la intervención extranjera devenida dictadura, derrocada ésta por el movimiento armado de 1910.

Dormir con el enemigo en casa, tiene monstruosos costos

Un siglo después de promulgada la Constitución de 1917, primera social en el mundo, los invencibles demonios pretenden volver por sus fueros. Hoy estamos en la tesitura del retorno a la edad del orangután. Los emisarios del pasado están más activos que nunca.

Que los fácticos grupos con poder real se subleven, es típico en sistemas con democracia incipientes e inestables. Pero dormir con el enemigo en casa, es una condición inadmisible en un paisaje donde el tejido social está roto. No es ocioso activar los dispositivos de alerta. Pero ya.  

(*) Director General del Club de Periodistas de México, A.C.


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