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La poetisa Wislawa Szymborska nació en Polonia el 2 de julio de 1923.

La poetisa Wislawa Szymborska nació en Polonia el 2 de julio de 1923. | Foto: PL

Publicado 2 julio 2022



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“Cuando escribo siempre tengo la sensación de que alguien está detrás de mí haciendo muecas. Por eso huyo, todo lo que puedo, de las grandes palabras”: Wislawa Szymborska, Premio Nobel de Literatura 1996.

Wislawa Szymborska decide incursionar en la poesía para despojarse en sus versos de toda retórica y profundizar en las esencias del ser humano. Quienes la conocieron, aseguran que su mirada era profunda y libre de metáforas, como si su naturaleza interior brotara a través de sus ojos.

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Así era Szymborska, una de las poetisas más relevantes y singulares de Polonia, nacida el 2 de julio de 1923 en Kórnik, una localidad cercana a Poznán.

En 1996 obtuvo el Premio Nobel de Literatura gracias a la majestuosidad de su obra, capaz de moverse entre la coloquialidad, la sencillez, la brevedad y el clasicismo, sin renunciar a ciertos tintes humorísticos, que propiciaron el reconocimiento de los lectores de todo el mundo.

Wislawa Szymborska se trasladó definitivamente a la ciudad de Cracovia en 1931, con ocho años de edad, junto a su familia. En esa ciudad estudió en la escuela primaria Jozef Joteyko, cursó estudios secundarios y concluyó el Bachillerato en plena guerra mundial. Para evitar ser deportada, comenzó a trabajar.

Posteriormente, en la Universidad Jagellónica estudió filología polaca y sociología, pero para lograr esos lauros académicos debió esperar al fin de la Segunda Guerra Mundial.

Su formación universitaria la condujo a dar los primeros pasos en la literatura, con énfasis en la poesía, expresando mediante ella los aspectos más genuinos de la vida real. Sus versos demostraron el valor del lenguaje cotidiano para transmitir sentimientos y sensaciones, arrasar los sentidos y descubrir la susceptibilidad de las palabras.   

 

En pleno periodo de postguerra, justo en 1945, vio la luz su primer poema en el Diario Polaco, titulado Busco la palabra, que conmovió a más de un lector; pero el reconocimiento público mayor lo obtuvo luego de 1952, cuando se publicó el poemario Por eso vivimos.

El estilo de Wislawa Szymborska también va a estar marcado por el contexto en el que se encamina hacia su madurez intelectual. Su etapa de despunte está sujeta a las normativas de la corriente del realismo socialista, muy mediada por los crímenes de guerra del pasado reciente, los sufrimientos de la nación polaca y su esfuerzo por superarlos.

En ese momento sociohistórico también publicó Preguntas hechas a una misma, en 1954, un poemario con ciertos guiños a la ironía y donde deja entrever la inquietud por ciertos dilemas filosóficos, a pesar del compromiso ideológico con la filosofía marxista.

 

Sin embargo, con la obra Llamada al Yeti, de 1957, se evidencia una ruptura con los códigos inherentes al realismo socialista, a tono con el escenario de rechazo hacia la imposición soviética que comenzó a ocurrir en la esfera pública polaca.

Comienza a emerger entonces una Szymborska que opta por la reflexión ético-filosófica, se distancia de ciertos debates políticos y ofrece pintorescos tonos de humor a su poesía, sin renunciar a la sublime belleza que siempre le caracterizó.  

Szymborska también incursionó en géneros como el ensayo, la crónica y la traducción, así como en el ejercicio responsable de la crítica que comenzaron a aparecer en publicaciones periódicas como Vida Literaria desde 1968. Posteriormente, esas críticas, fueron compiladas en los dos grandes volúmenes Lecturas facultativas, publicados en 1973 y en 1981, respectivamente.

Una serie de textos comenzaron a aparecer en librería polacas y de todo el mundo, una vez alcanzada su etapa de madurez intelectual y literaria, como: La sal (1962), Cien alegrías (1967), Todo caso (1972), Gran número (1976), Gente en el puente (1986), Fin y principio (1993), Instante (2002), Aquí (2009) y Saltaré sobre el fuego (2015), este último editado póstumamente.

 

En esos años de actividad literaria, su poesía expresó una buena voluntad hacia lo bien hecho, una inquietud espiritual por atender asuntos cotidianos y una disertación filosófica fundamentada en aspectos de su vida personal.

La belleza y majestuosidad de su lírica, le valieron el Premio Nobel en 1996. En su discurso de recepción del lauro, dejó entrever la sencillez que caracterizaba a su persona.

“En estos tiempos bulliciosos es más fácil que admitamos vicios propios, con tal de causar efectos fuertes; mucho más difícil es reconocer las virtudes, ya que están escondidas más profundamente, y hasta uno mismo no cree tanto en ellas”, expresó.

El 1 de febrero de 2012 el mundo se estremeció ante la noticia del deceso de esta singular mujer, a los 88 años de edad, víctima de un cáncer de pulmón.


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