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Los afrodescendientes refieren una historia de exclusión, pero también portan el orgullo de años de lucha por sus derechos.

Los afrodescendientes refieren una historia de exclusión, pero también portan el orgullo de años de lucha por sus derechos. | Foto: EFE

Publicado 20 noviembre 2020



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Cada 20 de noviembre se celebra en Brasil el Día Nacional de la Conciencia Negra.

La comunidad afrodescendiente en América Latina y el Caribe abarcaba, a mediados de 2018, un universo de 133 millones de personas y constituía el 30 por ciento de la población.

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Sin embargo, representaba el 50 por ciento de los pobres de la región, lo cual obliga a volver la mirada a la historia de exclusión vivida por este grupo a lo largo de varios siglos.

A propósito del Día Nacional de la Conciencia Negra, que se celebra en Brasil el 20 de noviembre, podemos preguntarnos: ¿cuáles son los principales logros de esta comunidad durante los últimos años?, ¿qué desafíos se interponen en su aspiración de vivir en sociedades más inclusivas e igualitarias?

 

El drama de la pobreza y la marginación

De acuerdo con investigaciones elaboradas por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), la tasa de pobreza y extrema pobreza es más elevada entre los afrodescendientes con respecto a otras poblaciones.

Esa disparidad halla una de sus causas en los ingresos per cápita, menores en el caso de los afrodescendientes y, en particular, entre las mujeres. Aunque sean iguales los niveles de escolaridad, sus ingresos son sustancialmente menores que los de hombres afrodescendientes y muy inferiores a los de hombres no afrodescendientes.

Esta comunidad también presenta una situación desventajosa en el acceso al mercado laboral. De acuerdo con datos de 11 países de la región (Honduras, Costa Rica, Argentina, Nicaragua, Venezuela, Ecuador, Uruguay, Panamá, Colombia, Brasil y Bolivia), salvo en este último, en los demás la proporción de desempleados dentro de la población afrodescendiente es superior a la de personas de otras comunidades.

En este caso, también las mujeres resultan las más perjudicadas y su situación se hizo más compleja a partir de los millones de empleos perdidos a causa de la crisis económica que generó la Covid-19, alertó meses atrás la Organización de Naciones Unidas (ONU).

 

La falta de ingresos también crea déficits en otras necesidades, como el acceso a cuidados de salud. Un análisis del Banco Mundial fechado en 2015, que tomó como punto de partida información de siete naciones, arrojó que en todos los casos la tasa de mortalidad infantil era superior en el caso de infantes afrodescendientes.

De los países estudiados, la nación que evidenció menor contraste en este estudio fue Costa Rica, con una diferencia de 1.1 entre las tasas de mortalidad infantil para población afrodescendiente y para población no afrodescendiente. En el extremo opuesto se ubicó Colombia, con diferencia de 10.3 puntos.

Otra arista del problema radica en el acceso de los jóvenes afrodescendientes a oportunidades de estudiar y trabajar, actividades decisivas para desarrollar capacidades, alcanzar prosperidad y dejar atrás la pobreza secular.

Según una publicación del Centro Latinoamericano y Caribeño de Demografía (Celade), la proporción de afrodescendientes sin oferta de estudio y trabajo es superior a la de otras poblaciones en Colombia, Nicaragua, Ecuador, Uruguay, Brasil y Costa Rica.

El estudio reveló que los jóvenes afrodescendientes hallaban más oportunidades para estudiar y trabajar en Honduras, Panamá, Argentina y Bolivia. En todos los casos, la proporción de mujeres afectadas por la falta de oportunidades en una y otra actividad fue muy superior a los hombres.

Coyuntura favorable para promover igualdad de derechos

De acuerdo con la Cepal, en 14 países de América Latina y el Caribe con una significativa población afrodescendiente, en los últimos 10 años se han producido importantes avances en los marcos normativos e institucionales para la defensa de los derechos de los afrodescendientes.

Al respecto, la Cepal observó avances en materia institucional y de políticas para la igualdad racial y los derechos, aunque recomienda que se hagan mayores esfuerzos para el fortalecimiento y la continuidad en el tiempo de estas acciones.

Otra cuestión positiva que destaca esta agencia es que en ese periodo de tiempo varias naciones realizaron censos nacionales e incluyeron preguntas para la autoidentificación de esta población. En su momento ello se consideró un paso trascendental, pues la comunidad afrodescendiente ha sido tradicionalmente "invisible" a estudios de este tipo.

 

La obtención de información estadística veraz y fiable contribuye a identificar las brechas en cuanto a ingresos, empleo, educación y salud, entre otras demandas esenciales e históricas. Asimismo, ayuda a diseñar políticas públicas para promover su avance y desterrar la discriminación estructural, reconoce Celade.

Por su parte, la ONU aprecia una coyuntura favorable en la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible en cuanto al interés despertado en promover avances en el terreno de los derechos humanos de los afrodescendientes.

Según Naciones Unidas, el interés de cumplir la premisa de que "nadie se quede atrás" configura un escenario propicio para que los Estados incluyan en sus políticas a las poblaciones afrodescendientes como sujetos de derechos y avancen hacia planos de igualdad en la diversidad.


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