El fascista que todos llevamos dentro | Blog | teleSUR
29 octubre 2018
El fascista que todos llevamos dentro

Para que un fascista gane la presidencia de un país se necesitan millones de fascistas que en tiempos de democracia acaben con la misma dándole su voto a un extremista de derecha. Porque una cosa es una dictadura sangrienta y otra es que millones de personas por su propia voluntad voten por un fascista y lo hagan presidente. 

El fascista que todos llevamos dentro

El nombre del fascista es lo de menos, estamos rodeados de ellos, nosotros somos ellos: todos tenemos un fascista en nuestras familias, amistades, conocidos, compañeros de trabajo, en nuestra comunidad, nosotros mismos tenemos algo de fascistas. ¿No? Veámonos en un espejo. Tengamos las agallas y la responsabilidad de hacernos  cargo de lo que somos y lo que representamos: de lo que nutrimos. Porque nosotros y solo nosotros somos los que mantenemos este sistema vigente.

Por solapar cualquier tipo de violencia por mínima que sea, por alimentar estereotipos, por ese ego que no nos cabe en el pecho, por el descaro de solapar en lugar de denunciar y provocar un cambio, por pequeño que sea. Por cómodos y defender nuestra pequeña burbuja de fantasía de  una holgada estabilidad y con eso arremeter contra quienes ponen el lomo para que nosotros podamos joderlo todo con nuestras mentes colonizadas. 

Somos machistas, misóginos, patriarcales; somos racistas a morir, clasistas como solo nosotros mismos, no hay quién nos gane, homofóbicos y; es muy fácil que con ese tipo de mediocridad llegue un representante de la ultraderecha y nos encienda el odio  de un chispazo y arrasemos con todo pensando como buenos idiotas que los perjudicados serán otros. 

Entonces señalamos: la culpa es de los pobres que se dejan manipular por los medios de comunicación: cuando sabemos que el obrero, el que trabaja de sol a sol ni a televisión ni a radio llega, apenas tiene para comer un tiempo al día si bien le va.

Yo al oprimido le perdono todo, porque no ha tenido una sola oportunidad en la vida y se ha fajado buscándola, pero responsabilizo de un voto al fascismo a quien ha tenido acceso a la educación, quien se ha formado un criterio propio y ha podido discernir y que aun así vota para joder al  de abajo. Estas personas merecen cadena perpetua: por traidores e inhumanos. 

Explicaciones científicas, psicológicas y políticas las hay,  somos buenos para culpar a otros. Ahí están quienes en el caso de Brasil han culpado a los gobiernos de Lula y Dilma, ¿pero qué pueden hacer 15 años de democracia ante 500 años de opresión? La lucha es monumental, en 15 años no se logran resolver los problemas de siglos no de décadas. Esto es un proceso largo en el que debemos contribuir todos. Tenemos que arrancar la raíz y la raíz es un sistema patriarcal y misógino primordialmente. 

¿Fallaron? ¿Y si fallaron por qué hubo tanta vida en Brasil en 15 años? Lo que sucede es que fueron mal agradecidos con quienes les dio de comer. 

Culpamos a los injerencistas, pero es que las injerencias pueden llegar pero si la gente no se vende, si la gente tiene integridad y respeto y amor a su pueblo no  hay quién les abra la  puerta desde dentro para dejarlos pasar. La culpa no es de los injerencistas, la responsabilidad absoluta es de quienes desde dentro venden a sus pueblos. Dejemos de culpar Trump, es cómodo culpar para desligarnos de nuestras responsabilidades. Trump es un mortal como nosotros,  de Bolsonaros están llenas las calles. 

Hasta que no nos hagamos responsables de nuestros propios actos, de lo que solapamos y de lo que nutrimos, Latinoamérica ni el mundo cambiarán. Hay un fascista en cada uno de nosotros,  unos son más visibles que otros pero el ADN lo tenemos. ¿Qué haremos al respecto? ¿Seguir culpando a otros? ¿A los medios de comunicación? ¿A los injerencistas? ¿A los pobres? Pobres somos nosotros: en espíritu, agallas y cerebro.

Blog de la autora: https://cronicasdeunainquilina.com

Ilka Oliva Corado @ilkaolivacorado

29 de octubre de 2018. 


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Perfil del Bloguero
Escritora y poetisa. Ilka Oliva Corado nació en Comapa, Jutiapa, Guatemala, el 8 de agosto de 1979. Se graduó de maestra de Educación Física para luego dedicarse al arbitraje profesional de fútbol. Hizo estudios de psicología en la Universidad de San Carlos de Guatemala, carrera interrumpida por su decisión de emigrar a Estados Unidos en 2003, travesía que realizó como indocumentada cruzando el desierto de Sonora en el estado de Arizona. Es autora de cuatro libros.
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