Dos próceres de nuestra América: Francisco Morazán y Ernesto Che Guevara | Blog | teleSUR
8 octubre 2021
Dos próceres de nuestra América: Francisco Morazán y Ernesto Che Guevara

En nuestra América, en los meses de septiembre y octubre, se conmemora a dos grandes próceres latinoamericanos que fueron sacrificados por los sectores contrarrevolucionarios de su tiempo, creyendo que con sus sacrificios serían sepultados sus idearios y los ejemplos de sus luchas emancipadoras. Sin embargo, la proyección histórica de su obra y pensamiento liberador ha trascendido en la historia. Nos referimos a Francisco Morazán, quien nació en Tegucigalpa, Honduras, el 3 de octubre de 1792 y fue fusilado en San José de Costa Rica el 15 de septiembre de 1842, en tanto que Ernesto Che Guevara vio sus primeras luces en Rosario, Argentina, el 14 de junio de 1928 y también fue sacrificado en La Higuera, Bolivia, el 9 de octubre de 1967.

Dos próceres de nuestra América: Francisco Morazán y Ernesto Che Guevara

Los restos de Morazán hoy descansan en San Salvador, República de El Salvador, ya que así lo dejó plasmado en su testamento político momentos antes de der fusilado. Por su parte, a los restos del Comandante guerrillero se le rinden homenaje en la ciudad de Santa Clara, en la antigua provincia de Las Villas, Cuba, donde libró una de sus más celebres batallas, que generó estratégicamente el triunfo a la Revolución Cubana en 1959. La trascendencia de estos dos grandes hombres de la historia política latinoamericana radica en que ambos, en su tiempo, buscaron la emancipación de sus pueblos así como la unidad e integración de nuestra América.

Francisco Morazán fue presidente de la Federación Centroamericana (que abarcaba los estados de Guatemala, Honduras, El Salvador, Nicaragua y Costa Rica) en la tercera década del siglo XIX. En los años de vigencia de la revolución morazanista, que abarcó desde 1830 hasta 1839, se logró mantener la integración centroamericana. Finalmente este proyecto político no logró desarrollarse plenamente, pero quedó como el ideario y una gran herencia del pensamiento de Francisco Morazán. La idea unionista vive todavía y no ha logrado madurar y desarrollarse plenamente en la región centroamericana en nuestros tiempos, a pesar de que resulta hoy un instrumento necesario y urgente para enfrentar de la mejor manera el proceso de internacionalización de la economía. En ese sentido, las ideas morazanistas del siglo XIX cobran actualidad en la misma medida en que sirven como norma moral, como un legado para entender cómo orientar la modernización centroamericana en beneficio de los más amplios grupos sociales de la región.

Sin duda, la experiencia de Morazán y su pensamiento emancipador son enseñanzas de la historia que apelan a reflexionar en torno a la integración para enfrentar  de la mejor manera posible los retos del siglo XXI. En ese sentido histórico que le imprime a Centroamérica su ubicación geoestratégica, hay que considerar que lo realmente visible para la ruptura de la Federación y de la propuesta unionista de Francisco Morazán fue la enorme distancia entre el proyecto político y la realidad social, así como el interés de las grandes potencias por el control de la región. A esto en su tiempo se sumó la pugna entre los bandos liberal y conservador. Hasta nuestros días, la balcanización del Istmo centroamericano, en gran medida alentada por los intereses de Estados Unidos (EE.UU.) y de los grupos más conservadores en el poder en los distintos países de la región centroamericana, ha frenado que las naciones del istmo centroamericano avancen para hacer factible esa integración.

En nuestros tiempos funcionan algunos organismos regionales como el Sistema de Integración Centroamericano (SICA), el Banco Centroamericano de Integración Económica (BCIE) y el Parlamento Centroamericano (Parlacen). Sin embargo, falta mucho para emancipar a los más amplios sectores de la pobreza y la marginación y con ello lograr mejores niveles de bienestar social. A 228 años del sacrificio de Morazán, su ideario de la unión centroamericana sigue vigente. Sus últimas palabras siguen teniendo gran actualidad y son una luz para el ideario de la integración regional en estos años del Bicentenario de la Independencia: “Declaro: que mi amor a Centro América muere conmigo. Excito a la juventud, que es llamada a dar vida a este país que dejo con sentimiento por quedar anarquizado, y deseo que imite mi ejemplo de morir con firmeza antes que dejarlo abandonado al desorden en que desgraciadamente hoy se encuentra”.

En el caso de Ernesto Che Guevara, su ideario por liberar en los inicios de la segunda mitad del siglo XX a los pueblos oprimidos de América Latina y el Caribe, e incluso de África, lo llevó también al sacrificio. Si se prefiere, a su heroica inmolación. La lucha guerrillera que comandaba el Che en Bolivia, fue finalmente derrotada en el año 1967 por las fuerzas de la dictadura militar boliviana que azotaba a ese país suramericano en alianza con las fuerzas intervencionistas. Injerencia que no ha dejado de estar presente en la sociedad boliviana y de nuestra América a través de los activos de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de los EE.UU., actores que buscaban darle caza al heroico comandante guerrillero.

El 9 de octubre de 1967 asesinaron al comandante Guevara, pensando que con su sacrificio quedaría derrotado su ideario y figura política. Sin embargo, sus enemigos jamás pensaron que con ese magnicidio lo que hicieron fue inmortalizar al Che. Hoy, en pleno siglo XXI, su pensamiento y ejemplo siguen presentes en millones de hombres y mujeres que en todo el mundo lo han reivindicado como el emblema del más noble revolucionario que acompaña e inspira a las luchas de diversos pueblos del mundo. Su imagen frente a la consigna “Hasta la victoria siempre”, muestran que sus ideas son invencibles. Tal como lo apuntaba José Martí, “trincheras de ideas valen más que trincheras de piedra".

En un planeta globalizado como el que vivimos en los comienzos de la tercera década del siglo XXI, el ideario del Che ha quedado plasmado en el imaginario de los pueblos en resistencia frente al modelo neoliberal. Su imagen con la boina negra y su estrella roja es un emblema que circula por todo el orbe a los 54 años de su muerte. Su pensamiento sigue vigente en sus tesis sobre las luchas emancipadoras de los pueblos de nuestra América y el mundo. En su carta de despedida dirigida al comandante Fidel Castro, en marzo de 1965, consideró que “otras tierras del mundo reclaman el concurso de mis modestos esfuerzos”. Su deber de revolucionario era hacer la revolución en otros escenarios donde sus esfuerzos fueran necesarios e imprescindibles. Así, después de participar en diversas luchas de liberación en África, finalmente inicio una nueva epopeya para emancipar a Bolivia. El Che sabía, tal como lo escribió “que en una revolución se triunfa o se muere (si es verdadera)”.

En efecto, él cayó en esa trinchera boliviana, pero no murió. Sus ideas siguen presentes y forman parte esencial del ideario de la actual Bolivia, la cual ha mostrado que con golpes de Estado como el más reciente generado por la oligarquía en 2019 y con la complicidad de la Secretaría General de la OEA y de los exgobiernos del argentino Maurico Macri y del ecuatoriano Lenin Moreno, no han podido borrar la huella del Che. Por el contrario, el pueblo boliviano ha refrendado con el retorno al poder del Movimiento al Socialismo (MAS) que el ejemplo de los próceres como Ernesto Che Guevara son las mejores herencias de un pensamiento emancipador que sigue vivo. Tal como lo sentenció Fidel Castro en la Segunda Declaración de La Habana, el 4 de febrero de 1962, y que el Che Guevara refrendó en su discurso en la Asamblea General de la ONU del 11 de diciembre de 1964: “Porque esta gran humanidad ha dicho basta y ha echado a andar. Y su marcha, de gigantes, ya no se detendrá hasta conquistar la verdadera independencia”.


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Perfil del Bloguero
Nació en la ciudad de México, es Doctor en Estudios Latinoamericanos e investigador titular del Centro de Investigaciones sobre América Latina y el Caribe (CIALC) de la UNAM. Entre sus libros figuran: El pensamiento de Francisco Morazán (1992, 2000, 2003, 2007 y 2019); El narcotráfico en América Latina (2004 y 2008), Minorías sociales en América Latina (2014) . Recibió Mención Premio Casa de las América (2003).
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